Ser padre por segunda vez

Con su primer hijo, uno de mis amigos se preparaba para ir de paseo una hora al parque como si fuera a estar una semana en la selva tropical. Llevaba un bolso cargado con pañales adicionales, cremas, toallitas húmedas, una manta, un biberón, un gorro adicional, algunos sonajeros y otros artículos. Cuando llegó su segundo hijo algunos años más tarde, simplemente colocaba un pañal adicional en el bolsillo trasero de sus pantalones, algunas toallitas húmedas extra y salía de paseo con el niño en pazos.

"Ahora ya sé que puedo manejar la situación", me dijo. "No es nada difícil".

Lo mismo ocurrió con el segundo embarazo de la esposa. Otros padres con los que he hablado concuerdan. La primera vez, se siente como si los dos emprendieran un viaje a lo desconocido. Cada cambio de humor, cada molestia, cada modificación en el cuerpo se magnifica porque es nuevo. La segunda vez, los dos conocen ya el recorrido, lo que les permite distinguir lo que es esperable de lo que no.

Equivocadamente se dice que los padres se comprometen menos emocionalmente con el segundo embarazo que con el primero. Sin embargo, es más probable que nuestro compromiso sea distinto porque prestamos atención a diferentes cosas. Nuestros puntos de referencia son distintos. Tal como pasaba con mi amigo y las salidas al parque, ya no son tan preocupantes las situaciones. Sabemos que las náuseas matutinas pasarán y que probablemente subamos también nosotros algunos kilos de "solidaridad" durante los 9 meses. Compramos anticipadamente el tipo de alimento que puede ser un antojo a la madrugada.

La segunda vez, nuestra atención está dividida. Ya no podemos estar centrados solamente en nosotros y nuestra pareja, también tenemos que prestar atención a nuestro otro hijo. ¿Qué piensa este hijo sope esta situación? ¿Cómo manejaremos todos los cambios, como familia?

Nuevos pensamientos se nos ocurren y aparecen cuando menos los esperamos. ¿Fue tan solo suerte que nuestro primer hijo sea saludable? ¿Sentiremos por el segundo lo mismo que sentimos por el primero? ¿Cómo pagaremos sus estudios? ¿Hay espacio suficiente en nuestra casa? ¿Son estables nuestros empleos? ¿Qué hacer si algo sale terriblemente mal?

Es importante hablar sope estas preocupaciones. Decirlas permite ponerlas en perspectiva. Una manera excelente de hacerlo es anotarse en otra clase prenatal. Es verdad que ya lo has vivido, probablemente recuerdes los ejercicios de jadeo y de respiración, los modelos de plástico y los masajes en la espalda. Pero esta vez, entrarás a la clase con experiencia. Otros alumnos te consultarán. Podrás escuchar cosas que probablemente se te pasaron la primera vez.

Y aprenderás cuál es la diferencia esta vez, y qué puedes hacer para ayudar.

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